La ética y la dirección de empresas, ¿un tándem posible?

A veces no es nada fácil encontrar los términos «ética» y «empresa» juntos. Popularmente se cree que la esencia de un elimina al otro y en ello justificamos la falta de un tejido de empresas que realmente apuesten por unas condiciones garantistas, pero la sociedad ha cambiado y necesita que el entorno laboral también lo haga. Un cambio de paradigma donde las dinámicas de empresa pongan en marcha estructuras más justas para todos, por ejemplo, podría ser una de las maneras.

 

Cuando hablamos de ética en las empresas, nos concentramos básicamente en la «elección» ética entre posibles opciones para un problema concreto y definido. Nos gusta pensar que ante un problema, existen varias opciones, y podemos ordenarlas de muy poco éticas. Por lo tanto, todo se reduce al utilizar unos criterios éticos, de clasificación de las opciones, y optar por la más ética de entre las posibles. Pensar que esto es posible y tratar de afrontar la ética empresarial de esta manera nos aporta tranquilidad, pero se trata de una falsa seguridad. Lleva implícita la conclusión de que todos los problemas tienen soluciones éticas y no éticas, y que por el simple hecho de escoger criterios de decisión correctos, ya nos llevará de manera unívoca a escoger opciones del grupo de las soluciones éticas.

 

La ética como asignatura aislada

Lo peor llega cuando queremos realizar formación en ética empresarial pensando de esta manera, entonces sí que el lío puede ser monumental, así como la frustración posterior. Y si miramos la mayoría de formación empresarial, la ética es una sencilla «pastillita» que se da al margen de las asignaturas troncales, como si el directivo pudiera separar las decisiones que necesitan «ética» de las que no. En decisiones muy técnicas, tal vez sea posible, pero en la mayoría de decisiones es inseparable la parte ética de la que no lo es.

Pero en la formación para directivos se tiende a una curiosa especialización. Los cursos de ética se hacen aparte y muchos directivos creen que allí recibirán las recetas básicas que les permitirán elegir con ética entre una recua de opciones posibles. El mismo hecho de hacer un curso de «business ethics» permite caer en el pensamiento simple de que existe una página de pintura ética que de manera automática transforma las soluciones en soluciones éticas. El directivo puede pensar que en esta formación especializada aprenderá a pintar de color de rosa cualquier decisión. Pero la realidad indica que está en el mismo planteamiento del problema y en la justificación de este, si las opciones son exhaustivas, donde radica la verdadera ética.

 

Trabajar la empatía también con los trabajadores

Así pues, la ética no solo se encuentra en la elección entre opciones, sino en la propia definición del problema empresarial existente. Y también en qué opciones nos planteamos como posibles para solucionar el problema concreto. Por ejemplo, imaginemos que hemos considerado que tenemos dos opciones: despedir y no despedir a un trabajador. Lo que deberíamos hacer, es ir un paso atrás y ver qué es lo que queremos despedir. Definimos el problema y vemos que lo que pasa es que tenemos un trabajador que siempre llega tarde. Pero hay que ir un paso más allá y conocer porque llega tarde, y más o menos algo para compensar su tardanza. También las implicaciones que tiene el hecho de que llegue tarde. ¿Sale perjudicado alguien? ¿Afecta el buen funcionamiento de la empresa? Y una vez definido el problema, deberíamos ver las opciones posibles para solucionarlo (no simplemente despedir o no). No parece que despedir sea la única opción. También podría plantearse un cambio de jornada, amonestar, avisar de que llegar tarde afecta a la productividad, y un largo etcétera de opciones.

Parece bastante claro que el componente ético de la acción directiva es transversal en todo el proceso: cómo definimos el problema, qué soluciones planteamos como posibles, y cómo elegimos la más adecuada. La ética no puede ser reduccionista e ir directamente a la elección. Pero además, también debe ser transversal e impregnar todas las disciplinas de dirección de empresas. Reducir la ética a la mera elección ética desnuda la tarea del directivo. Hace que el directivo sea menos completo y su tarea no se muestre en toda su importancia. Le empequeñece y también hace empequeñecer el resultado de la buena dirección de empresas: el bien común en mayúsculas.

 

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Equip Editorial Equip Editorial
  1. Manuel Bullich BuenoManuel Bullich Bueno says:
  2. Jordi MorenoJordi Moreno says:
    Jordi

    👏👏👏👌

  3. Daniela SimónDaniela Simón says:
  4. Manel LopezManel Lopez says:
    Manel

    tota la raó Albert

  5. alicia Coiduras Charlesalicia Coiduras Charles says:
    Alicia

    Tens raó Albert i com diu l’article si la formació és fa apart es tendeix a no incorporar l’ètica com un sistema de valors per treballar a l’empresa i a la vida

  6. Joan Santacruz CarlúsJoan Santacruz Carlús says:
  7. AlbertAlbert Chic Giménez says:
    Albert

    Tinc entès que estudis solvents recents, a RU, demostren que les empreses ètiques tenen millors resultats a tots els nivells.

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