Banca y blanqueo de capitales: Corrupción en Miami

Los años 80 en Wall Street fueron una década de grandes personalidades, grandes primas y una cultura de excesos que vino acompañada de un ascenso meteórico del tráfico de drogas. La imperante necesidad de blanquear grandes cantidades de dinero proveniente del narcotráfico suscitó la colaboración entre bancos y organizaciones criminales.

 

Para los bancos y los cárteles de la droga, Bob Musella era un rico empresario estadounidense vestido de Armani que tenía una cadena de joyerías y dirigía una compañía de inversiones desde Miami. Lo que no sabían era que en realidad se trataba de Robert Mazur, un agente infiltrado de la DIOSA (Administración de Control de Drogas) que acabaría provocando la caída de capos del narcotráfico y bancos corruptos en una de las operaciones contra el blanqueo de capitales más fructíferas de todos los tiempos.

“Miami es el cruce del comercio internacional de drogas y aquí es donde hice muchos negocios”, apuntaba Robert Mazur. Con la ayuda de dos informantes que estaban relacionados con una familia mafiosa de Nueva York y otro con base en Medellín, Colombia, Mazur montó la operación encubierta más sofisticada contra el blanqueo de capitales que se había hecho hasta aquel momento.

Las pruebas que recopiló con esta operación, conocida como C-Chase, fueron claves para el Subcomité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, dirigido en aquel momento por el senador John Kerry, para legitimar el cierre del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), controlado por el pakistaní, Agha Hasan Abedi, y que se dedicaba a blanquear dinero por el Cártel de Medellín, liderado por Pablo Escobar.

El BCCI y el Cártel de Medellín

Para blanquear todo este dinero proveniente del narcotráfico se crearon una serie de sociedades con la ayuda de algunas entidades bancarias, entre ellas el BCCI. Se trataba del séptimo banco privado más importante del mundo, sus reservas superaban los 20.000 millones de dólares y contaba con oficinas repartidas por 78 países, entre ellos España.

Según los documentos del servicio de aduanas norteamericano, los gestores del BCCI en Panamá sabían que el dinero provenía del narcotráfico de los capos colombianos, y contactaron con Musella el diciembre de 1987 para sugerirle métodos para blanquearlos en varias reuniones que tuvieron lugar a Miami, París y Londres.

Las autoridades policiales e investigadoras le pusieron el sobrenombre de “Banco Internacional de Ladrones y Criminales” por su afición a atender clientes que traficaban con armas, drogas y dinero negro. Inicialmente, el banco negó los cargos, argumentando que se trataba de una “campaña maliciosa” contra la institución.

Sin embargo, las autoridades investigadoras de los Estados Unidos y el Reino Unido determinaron que el BCCI se había “creado deliberadamente para evitar una revisión reguladora centralizada, y operaba ampliamente en jurisdicciones con secreto bancario” añadiendo que “sus directivos eran sofisticados banqueros internacionales, el objetivo aparente de los cuales era mantener sus asuntos en secreto, cometer fraudes a gran escala y evitar ser detectados.” La entidad fue forzada a parar todas sus operaciones y a clausurar su negocio.

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