¿Existe una alternativa al sistema extractivo?
La teoría evolutiva es mucho más compleja que una reducción a simples competencias individuales. El caso es que, a partir de la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin, se llegó a la conclusión de que las jerarquías sociales existentes dentro de las sociedades contemporáneas eran el resultado de una “selección natural” o de la “supervivencia del más apto”. Aun así, la selectiva aplicación de conceptos biológicos en un marco social y antropológico puede ser muy lesiva por la humanidad.
A finales del siglo XIX, el naturalista y filósofo inglés Herbert Spencer impulsó la aplicación de los conceptos biológicos de la “selección natural” y de la “supervivencia del más fuerte” en el campo de las Ciencias Sociales. De este modo, Spencer inventó el concepto de “darwinismo social”, el cual suponía una aplicación tergiversada e intencionada de la teoría evolutiva de Darwin.
El concepto hizo mucho furor dentro de los círculos académicos, como por ejemplo en la escuela económica neoclásica o marginalista, representada por los economistas Jevons, Menger, Walras, Pareto o Marshall. Esta corriente de pensamiento económico se centró principalmente a explicar los comportamientos individuales y el intercambio de bienes y servicios, abandonando los grandes temas clásicos referentes a la generación de riqueza y su distribución, las cuales habían ocupado los análisis económicos desde medios del XVII.
Aun así, no es por casualidad que este concepto tuviera gran aceptación —sobre todo entre el alta sociedad europea— dado que apareció justo en el momento en que las antiguas monarquías europeas se transformaban en los modernos Estados actuales, adoptaban el capitalismo como el único sistema socioeconómico y abandonaban el mercantilismo para siempre.
De este modo, los Estados occidentales —incluyendo los emergentes Estados Unidos— empezaron a dar gran importancia a la competencia entre individuos —entiéndase aquí también entre empresas, territorios o países— dentro del siempre defendido libre mercado y a justificar el porqué existen actores fuertes que ven aumentar su riqueza y su poder, en contraposición de los agentes considerados débiles que ven disminuir su riqueza y su poder, ¡si es que alguna vez tuvieron!
Por lo tanto, el “darwinismo social” solo significaría la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes. Desde entonces, el concepto ha acontecido muy popular entre las sociedades occidentales, el cual ha sido ampliamente divulgado en los círculos académicos y sociales, dado que ha proporcionado a las sociedades occidentales una justificación seudocientífica de sus posiciones privilegiadas en todo el mundo. Además, ha permitido continuar justificando racionalmente su pasado colonizador de América, África y Asia. E incluso, les ha permitido justificar la misoginia.
Los Estados occidentales —incluyendo los emergentes Estados Unidos— justifican el porqué existen actores fuertes que ven aumentar su riqueza y su poder, en contraposición de los considerados agentes débiles que ven disminuir su riqueza y su poder.
Naturalmente, ¡existen otras opciones!
A las antípodas de Spencer encontramos al geógrafo y zoólogo ruso Piotr Kropotkin quien, a finales del XIX, aportará una mirada totalmente opuesta al “darwinismo social”. Para Kropotkin, la cooperación es el factor clave en la evolución humana, mientras que la competencia acontece una cuestión paralela.
A través de su libro “El apoyo mutuo: un factor en la evolución”, Kropotkin desgrana como la cooperación y la ayuda recíproca son prácticas comunes y esenciales dentro de la naturaleza. Si los humanos renunciamos a la solidaridad y la sustituimos por la codicia, será cuando aparecerá la estratificación social, se justificará el absolutismo y se acabará endulzando el fascismo. Este último estado no lo pudo observar Piotr Kropotkin, pero, en cambio, sí que lo pudo describir magníficamente George Orwell en su conocida fábula de “La revuelta de los animales”.
De este modo, solo una moral basada en la libertad, la solidaridad y la justicia podrá superar nuestros instintos destructivos, los cuales también forman parte de la naturaleza humana. Por lo tanto, será de vital importancia que la ciencia sea el cimiento de la ética, obligándola a rehuir de cualquier principio que sacralice el poder. Y también será importando el estudio constante de las estructuras sociales, las cuales nos permitirán producir el conocimiento necesario para cubrir las necesidades humanas, base para el desarrollo de una sociedad libre.
Aquellos que piensen que “la libertad es hacer todo aquello que uno quiere”, ¡son tontos! Hegel afirmaba que “la libertad es conciencia de la necesidad” y Montesquieu, muy bellamente decía que “la libertad es poder hacer aquello que tenemos que hacer”. Después hay los farsantes que dicen que “la libertad es no tener límites”. ¿Y dónde encuentra esto? Quizás en la geometría, donde solo hay el punto y la recta o las curvas regulares. No, la vida es pura exigencia con límites. Una libertad que no sea con responsabilidad es un fraude —afirma el filósofo español Antonio Escohotado en su obra “Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad”.
Por lo tanto, el apoyo mutuo es el término que describe la cooperación, la reciprocidad y el trabajo en equipo, el cual compuerta o implica un beneficio mutuo para las personas que cooperan o que están involucradas. Existen infinidad de ejemplos de mutualismo dentro del reino animal y vegetal, como por ejemplo el trabajo colaborativo que hacen las hormigas a la hora de recoger los alimentos para el invierno; o la estrategia tan eficaz de las plantas, que aprovechan la interacción con los insectos y pájaros para polinizar. Más de ciento setenta mil especies acaban contribuyendo al 35 % de la producción global de cultivos alimentarios.
Ciertamente, la naturaleza está llena de ejemplos y Kropotkin aporta infinidad de argumentos para demostrar que los humanos somos interdependientes. De hecho, esta es la clave de nuestro éxito como especie dentro de la evolución humana, hasta el punto de que las primeras sociedades humanas practicaron esta estrategia cuando era una cuestión de supervivencia.
La idea del individuo socialmente independiente es un mito que ha sido ampliamente promovido por los Estados occidentales —sobre todo en el mundo anglosajón— y por las grandes corporaciones multinacionales, las cuales han proyectado infinidad de modelos triunfantes de hombres y de mujeres hechos a sí mismos. La clara visualización de sus triunfos ha permitido al sistema modelarnos a partir del concepto de Spencer. De alguna manera, se ha conseguido convertirnos en consumidores atomizados y fácilmente controlables, dado que desde que somos pequeños se nos educa para acontecer personas individuales, autosuficientes, independientes, posesores de propiedades o portadores de smartphones que, a pesar de que nos facilitan la conexión entre nosotros, paradójicamente nos abocan al aislamiento. Sin saberlo, llevamos incrustado el darwinismo social dentro de nuestros cerebros.
La idea del individuo socialmente independiente es un mito el cual ha sido ampliamente promovido por los Estados occidentales —sobre todo en el mundo anglosajón— y por las grandes corporaciones multinacionales, las cuales han proyectado infinidad de modelos triunfantes de hombres y de mujeres hechos a sí mismos.
Nuevas maneras por viejas estrategias
Célebre es la frase de Voltaire cuando dice que “la civilización no suprime la barbarie, sino que la perfecciona.” Aunque parezca extraña, la frase continúa siendo actual. La esclavitud ha existido siempre y siempre existirá, solo que el mundo contemporáneo ha suavizado los métodos. ¿Cuáles son los dos aspectos que un ser humano defendería con su vida? Sus hijos y un lugar donde permanecer.
Y actualmente, ¿cuáles son los dos mecanismos que nos subyugan al sistema? Pues, formar una familia y adquirir una vivienda. La habilidad del sistema rae en el hecho de que ha sido capaz de crear negocios rentables alrededor de estos dos principios. Es por eso que se ha fomentado el deseo de la propiedad privada y la formación de la familia ideal como entidad de consumo, al mismo tiempo que se han ido congelando los salarios, han subido los precios de las viviendas y han ido aumentando el coste de la vida. De este modo, se ha conseguido una población de dependientes y convencidos por gran parte de sus vidas. Estos son quien se endeudará y se someterá ante un trabajo precario o de una ley injusta a fin de mantener estos estándares que impone el sistema. Es por eso que está en nuestras manos decir ¡no más!
El mutualismo en Cataluña
En Cataluña, existen infinidad de ejemplos de mutualismo, los cuales tienen su origen en los gremios y las cofradías de la edad media. Desde finales del siglo XIX, las mutuas, las cooperativas o las asociaciones han acontecido uno de los rasgos distintivos de la sociedad catalana. ¡Solo hay que ver la recaudación de la Maratón de TV3 año tras año! La riqueza de su tejido asociativo muestra una gran diversidad de entidades que vertebran nuestro país, que van desde asociaciones de ocio y deporte, de mutuas o aseguradoras de salud, de previsión social, a cooperativas agrarias, pasando por asociaciones culturales o vecinales hasta llegar a las organizaciones políticas, las cajas de ahorro o la banca comunitaria.
La banca comunitaria se sustenta sobre el principio del mutualismo, el cual se basa en las tendencias asociativas de los seres humanos para conseguir satisfacer sus necesidades a través de la cooperación voluntaria y pacífica, la ayuda mutua y la solidaridad en un modelo donde los productores intercambian libremente productos y servicios.
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Gràcies, Manel per llegir-nos i seguir-nos. Seguim a La Plaça!
Gràcies, s’agraeix una lliçó de filosofia ara que està tan menystinguda en el sistema d’ensenyament.
Cert Mercè, sempre és interessant reflexionar sobre el nostre entorn per intentar no perdre la perspectiva. Seguim a La Plaça!
Gràcies
Gràcies, Joan per llegir-nos i seguir-nos. Seguim a La Plaça!