¿Es saludable el agua del grifo?
Aunque las autoridades sanitarias insisten en que el agua del grifo es totalmente salubre, numerosas voces advierten sobre la falta de controles exhaustivos. Metales pesados, compuestos orgánicos volátiles, pesticidas, herbicidas, productos farmacéuticos y microplásticos suponen un riesgo para nuestra salud.
En diciembre de 2020, el Parlamento Europeo aprobaba la Directiva del agua potable para mejorar la calidad del agua del grifo y reducir el consumo de agua embotellada. Esta directiva preveía la imposición de unos límites más estrictos para algunos contaminantes como el plomo. También planteaba la elaboración de una lista con las sustancias o compuestos que inquietan a la opinión pública y la comunidad científica para su supervisión.
Sin embargo, lo cierto es que, casi un año y medio después, la Comisión Europea sigue sin haber elaborado esa lista, donde debían figurar productos farmacéuticos, disruptores endocrinos y microplásticos que pueden dañar nuestra salud.
A día de hoy todavía es difícil encontrar agua corriente incolora, inodora e insípida. En la mayoría de los casos, el agua del grifo incorpora múltiples sustancias, desde el cloro utilizado para potabilizarla, que puede dar al agua un característico mal sabor, hasta otras más nocivas, como metales pesados, compuestos orgánicos volátiles, pesticidas, herbicidas, productos farmacéuticos, microplásticos, bacterias y virus.
Los controles rutinarios solo comprueban los niveles de aquellos elementos contaminantes que ya están legislados, pero son una pequeña parte. Por ejemplo, el proyecto Outbiotics, que se desarrolla en Cataluña, Aragón, Navarra, País Vasco y el sur de Francia, ha encontrado antibióticos como amoxicilina, ciprofloxacina, enrofloxacina, azitromicina, sulfadiazina, sulfametoxazol y trimetoprima en aguas naturales prepotables.
Estudios como el publicado por la prestigiosa revista ‘Environmental Health’ dejan clara la necesidad de reducir las sustancias perfluoroalquiladas presentes en el agua del grifo de todo el mundo para mejorar nuestra salud, ya que se les considera disruptores endocrinos.
Los persistentes metales pesados
La actividad industrial y minera libera metales tóxicos como plomo, mercurio, cadmio, arsénico y cromo, que pueden llegar a acuíferos y ríos, contaminando el suelo y acumulándose en plantas y tejidos orgánicos. La exposición a estos elementos está relacionada con problemas de salud como diversos tipos de cáncer, daños en el riñón y retrasos en el desarrollo.
El plomo también puede infiltrarse en el agua potable por la corrosión de las tuberías de servicio, los grifos de latón cromado y los elementos fijos con soldaduras de plomo.
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) determinó que el nivel máximo de este metal pesado en el agua potable debería ser cero, “ya que el plomo es un metal tóxico que puede dañar la salud humana, incluso en niveles de baja exposición”, además de poder “bioacumularse en el cuerpo con el tiempo”.
Los niños son especialmente vulnerables a este metal, puesto que lo absorben más fácilmente que los adultos y su eliminación renal es menos efectiva. El plomo puede afectar a su desarrollo cerebral, reducir su capacidad de concentración y afectar a su rendimiento académico.
La invasión de los microplásticos
Un estudio realizado por la organización periodística Orb Media en colaboración con investigadores de la Universidad Estatal de Nueva York y la Universidad de Minnesota muestra que los microplásticos llegaron ya hace años al agua corriente de todo el mundo.
El 83% de las muestras de agua potable recogidas en los cinco continentes durante la década pasada ya contenían microplásticos. Estados Unidos presentaba la tasa más alta de contaminación y, aunque la de Europa era la más baja, seguía siendo muy elevada (72%). La media de fibras plásticas encontradas en cada 500 ml de agua oscilaba entre 4,8 en Estados Unidos y 1,9 en Europa.
Plaguicidas sin control
Un reciente informe de Ecologistas en Acción denuncia el escaso control de sustancias químicas sospechosas de poder contaminar las aguas de consumo humano. Es el caso de muchos plaguicidas, herbicidas y biocidas.
El azufre, que es el más usado en el campo, no se ha buscado en ninguno de los análisis de agua realizados por los municipios españoles en los últimos años. Y lo mismo sucede con sustancias tan comunes en agricultura y ganadería como metam sodio (solo consta una búsqueda en 2019), oxicloruro de cobre, aceite de paradina, hidróxido de cobre y propamocarb.
Además, el informe critica la falta de obligación legal en la realización de análisis completos en poblaciones pequeñas y su poca fiabilidad por la ausencia de límites cuantificados y la no acreditación de los laboratorios contratados. Esta organización ha constatado la ausencia de controles completos incluso en municipios declarados por las propias comunidades autónomas como vulnerables a nitratos.
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Molt interessant. Gràcies.
Celebrem que t’hagi agradat, Pere!
👍
Gràcies, Manuel!